El siglo XIX

   El 22 de mayo de 1864 se dan unas normas tendentes a actualizar las antiguas constituciones, una serie de medidas de índole principalmente económica, como la obligación de rendir cuentas por parte de los mayordomos, la cobranza a los hermanos de una fanega de trigo en el mes de agosto, vendiéndose el cereal la primera semana de Cuaresma para paliar las necesidades económicas de la Hermandad.
   Se organiza, igualmente, la procesión del Jueves Santo, y se dispone que los doce blandones que acompañaban la procesión fuesen portados por los hermanos más antiguos; la obligación de confesar y comulgar de forma corporativa todos el día de Jueves Santo en misa mayor, con vela encendida, bajo pena de media libra de cera o expulsión. Finalmente, se establecía un novenario de misas para los hermanos difuntos.
   En el 2º libro la denominación utilizada para los encargos es el de cuadrillas, generalmente compuesta de cuatro miembros. Los oficios son designados anualmente, al igual que el turno del estandarte y llave, nominación individual, según el encargo. El turno de la llave debió conllevar ciertos gastos económicos personales para el correspondiente, es por ello que en la sesión del 28 de marzo de 1854 el hermano don Manuel Mejían Fontes pidió pasar el turno de llave para la función del Jueves Santo, por lo que suplicaba dispensa a la Hermandad por ese año, pues sus circunstancias en el día no le permite hacerlos gastos que son necesarios para cumplir con honor como desea.
   A comienzos del siglo XIX el número de hermanos era de cuarenta y tres. Se especificaba la antigüedad de cada miembro y los exentos de los turnos de estandarte y llave, donde se anotó sólo a Teresa Moreno. También se distinguen los hermanos jubilados, o retirados, por razón de edad, de la mayoría de las obligaciones que se habían contraído con la Hermandad; si bien quedaban obligados a seguir pagando la misa por el fallecimiento de cada hermano y a asistir con la cera y el estandarte a los entierros, recibiendo el mismo número de misas que los demás en su fallecimiento, que por entonces eran dos.
   La jubilación en las obligaciones y cargas de la Hermandad podía ser solicitada por el interesado cuando su economía no le permitiese hacer frente a los gastos que ocasionaba su pertenencia, ello lo comprobamos cuando en la sesión del 2 de abril de 1829 la hermana Teresa Moreno solicitaba su jubilación; se acordó jubilarla, por los muchos años que había contribuido. Del mismo modo hallamos cómo el día 23 de marzo de 1845 el presidente de la misma, don Bernabé Morente, pide su jubilación por haber venido su fortuna a menos.
   En la sesión de 4 de septiembre de 1897, la última de ese libro, se acordó conceder la jubilación por decadencia de fortuna siempre que hayan servido un mínimo de cuarenta años a la Hermandad, costeándoles en su fallecimiento la cera para el entierro y un novenario de misas, además de la obligación de asistencia a los actos.
   El proceso de admisión seguía siendo el mismo que vimos con anterioridad. Era suficiente con la solicitud del interesado, en la que presumimos se debía detallar cierto currículo del aspirante dado que en la sesión de 16 de junio de 1824 don Antonio Ruiz Garzón expresa su deseo de pertenecer por medio del correspondiente memorial. La Hermandad lo admitía si se trataba de una persona en quien concurren todas las cualidades que por la constitución se requieren.
   En la nomenclatura del equipo director se produjo para entonces cierta variación, y se pasó a designar al prioste como presidente, junto con la figura del vicepresidente. Del mismo modo el secretario suplantaría las funciones del anterior mayordomo y escribano. Ahora, según la sesión del 1 de mayo de 1839 serían dos los mayordomos. Por la sesión del 30 de octubre de 1840 sabemos que son dos, encargados de las cuentas de la Hermandad, de hacer compras; para el desempeño de la función se establece un turno alternativo de mayordomía anual.
   La duración era de tres años, según recogían las constituciones, pues en la sesión del 20 de marzo de 1841 se eligen tales cargos, en una reunión a la que asistió la mayor parte de los hermanos.
   El cargo de presidente correspondía por turno y orden de antigüedad, aunque se podía oponer a desempeñarlo el designado, como sucedió en esa sesión, siguiendo por tanto el orden y rueda, nombrándose el cargo de vicepresidente y secretario por unanimidad.
   Ahora se contemplaba también la despedida o abandono de la Hermandad, era tan simple como la admisión. Fue suficiente solicitarlo, alegando el motivo de la desistencia y se hacía constar en el libro de actas. En el lugar de Churriana en 20 de mayo de 1842 compareció don Mariano Sierra, uno de sus hermanos de esta Hermandad y dijo que se despedía de tal hermano por no ser ya vecino de este pueblo y haberse trasladado al de Alhama. Y para que conste se pone el presente que firmo en dicho día, mes y año. Manuel de Sierra Megías.
   Las despedidas se debían comunicar con tres meses de antelación, si no se acarrearía con los gastos correspondientes, tal sucede en la sesión del 16 de febrero de 1855 cuando se despide un hermano de la Hermandad, estando comprometido con la llave; entonces se acordó admitir la despedida y que pagara lo correspondiente de cada año.
   Sobre la fiesta de la Hermandad, como es habitual pocos datos encontramos en las actas. En la sesión de 13 de abril de 1837 se habla del dinero sobrante de la función, pero nunca se recoge nada de la misma y que la Hermandad pagaba 200 reales para ayuda al jubileo.
   En la sesión del 1 de mayo de 1839 se habla de continuar con la función que en los años anteriores se han efectuado de la procesión del Señor por el pueblo en la tarde del tres de mayo. Ahí se dice que las constituciones ordenaban a la Hermandad, para ayuda del jubileo de almas de ese día, le entregase al rector de la misma 200 reales, además de otros cien con la condición de llevar música de calle e iglesia.
   Tal función quedaba al arbitrio de los rectores de ánimas, pues se dice que en caso de que los rectores venideros no quisieran hacer la función, ésta correría a cargo de los comisarios a los que correspondiese la procesión.
   Por la sesión del 30 de octubre de 1840 sabemos que se hacía función el día del Jueves Santo.
   Respecto al inventario de la Hermandad, nada sabemos. Que poseyó bienes, resulta evidente por la sesión del 29 de agosto de 1844, en la que se habla del inventario, pero en ningún momento aparece recogido.
   A veces los gastos obligaban a contribuciones extraordinarias, el 29 de agosto de 1847 se acuerda que cada hermano contribuya con una fanega y tres celemines de trigo.
   Por la sesión de 24 de febrero de 1864 conocemos que la Hermandad disponía de la imagen de un Niño Jesús, pues se anota en el libro la cuenta de retocar y vestir el Niño. En esa ocasión se le dotó de peana dorada, de dos varas de felpa valenciana, de dos varas de galón dorado, de dos varas y media de tafetán para forrar la túnica y de cordones de hilo de oro. La imagen no debía se ser de grandes dimensiones, pues fue portado a Granada por una mujer de la localidad, donde se realizó la operación. Esta imagen cuenta con una arraigada tradición, que se conserva desde hace bastantes años, fruto -sin duda- del gran fervor que se le ha profesado.
   Con posterioridad, en la sesión del 11 de febrero de 1894 se vuelve a tratar de los cuidados de la imagen del Niño por el mal estado en que se encontraba, y se trata de preparar una urna para la misma.
   En 1884 vuelve a figurar en el libro una lista de hermanos, donde se relacionan treinta y siete. En enero de 1895, en una lista nueva figuran veintinueve. En 1897 la luminaria era de 12 pesetas.